La contaminación plástica degrada los ecosistemas y pone en peligro la salud y los medios de vida humanos. La contaminación plástica no gestionada daña los ecosistemas marinos y terrestres y contamina el suelo, la pesca y el ganado, creando inseguridad alimentaria. En última instancia, son los más pobres y vulnerables los que corren el mayor riesgo, ya que a menudo viven cerca de donde se queman habitualmente los plásticos. También tienden a vivir en tierras marginadas que están sujetas a vías fluviales bloqueadas que conducen a inundaciones con consecuencias devastadoras.
El Banco Mundial está apoyando a sus países miembros en sus esfuerzos por abordar este problema, en todas las etapas del ciclo de vida del plástico: desde la reducción de los plásticos de un solo uso y problemáticos hasta la detención de las fugas al medio ambiente mediante una mejor gestión de los residuos sólidos y la habilitación de una economía circular. Los gobiernos promulgan leyes y políticas para permitir la transición. El sector privado tiene un papel clave que desempeñar en términos de finanzas, tecnología y modelos de negocio circulares.
Las empresas privadas, como los recicladores formales y los centros de acopio, están posicionadas para ser parte de la solución. A menudo, estos se impulsan a través del apoyo de los recolectores informales de residuos, también conocidos como recicladores, que representan muchos más medios de vida creados por ellos mismos en el sector de los residuos. Estas personas obtienen sus ingresos de la recolección, clasificación y agregación de desechos que se encuentran en las calles y vertederos o que se obtienen directamente de los hogares. Luego venden los desechos reciclables, incluidos los artículos de plástico, a centros de recompra o recicladores formales. La financiación de estas pequeñas y medianas empresas puede ser un reto, especialmente en los países en desarrollo, donde los desafíos son más agudos.