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ELIMINAR EL LASTRE DE LA PRODUCTIVIDAD

La economía mundial ha luchado por recuperar su equilibrio desde la crisis financiera mundial de 2008-2009. Las previsiones de crecimiento a mediano plazo siguen reduciéndose. Las economías avanzadas han experimentado un deterioro del crecimiento desde principios de la década de 2000, y los mercados emergentes experimentaron desafíos similares después de la crisis financiera.
Nuestro reciente estudio sugiere que, sin intervenciones políticas oportunas o avances tecnológicos y su adopción, el crecimiento mundial podría estancarse en apenas un 2,8% para fines de la década. Se trata de una caída significativa de un punto porcentual respecto de los niveles previos a la pandemia.
Pero este resultado no está predeterminado. En la actualidad, Estados Unidos es el país que ocupa el primer lugar en cuanto a eficiencia en la asignación de recursos, una medida de cuán bien se distribuyen los recursos de una economía entre sus usos más productivos.
Calculamos que, si los países menos eficientes pudieran reducir su brecha con Estados Unidos en apenas un 15%, eso impulsaría la productividad y estimularía la inversión, sumando alrededor de 1,2 puntos porcentuales al crecimiento global anual. Las reformas estructurales que aborden las barreras regulatorias, la rigidez del mercado laboral y el acceso al financiamiento son clave para lograrlo.
Los beneficios del crecimiento económico son bien conocidos. El crecimiento conduce a mejores niveles de vida, mayores ingresos fiscales para los servicios públicos y mayor inversión en nuevas tecnologías y empresas, incluidas las inversiones necesarias para combatir el cambio climático y la transición a la energía renovable. Por eso es tan importante una mayor productividad.
En los últimos años, el crecimiento de la productividad (es decir, los aumentos de la producción que no son atribuibles al crecimiento de insumos como la mano de obra y el capital) se ha desacelerado notablemente, lo que explica más de la mitad de la caída del crecimiento mundial. En las economías avanzadas, el crecimiento anual de la productividad se desplomó del 1,4% durante el período 1995-2000 a apenas el 0,4% después de la pandemia. En las economías de mercados emergentes, la caída fue del 2,5% durante el período 2001-2007 al 0,8%. La situación es aún más sombría en los países de bajos ingresos, donde el crecimiento de la productividad se desplomó del 2% durante el período 2001-2007 a casi cero después de la pandemia.

Las 75 economías más vulnerables se están quedando atrás a pesar de la resiliencia del crecimiento mundial

Sacudida por una serie de shocks sin precedentes, la economía mundial ha demostrado hasta ahora una extraordinaria resiliencia. La inflación mundial parece estar disminuyendo, y la mayoría de las economías se han comportado mejor de lo que se esperaba hace solo unos meses. Pocas veces en la historia se ha detenido una espiral inflacionaria global con tan poco dolor.
Esa es la buena noticia, o eso podría parecer. Sin embargo, lo que pasa desapercibido en gran medida es la difícil situación de las 75 economías más pobres y vulnerables, las que reúnen los requisitos para recibir donaciones y préstamos a bajo interés de la Asociación Internacional de Fomento (AIF) del Banco Mundial. Estas economías son el hogar de una cuarta parte de la humanidad, y se encuentran en medio de un retroceso económico histórico, incluso cuando las perspectivas a corto plazo mejoran en otros lugares. Además de ser una preocupación humana, eso es una mala noticia para la economía mundial, tanto porque el crecimiento mundial a largo plazo dependerá en gran medida de lo que suceda en estas economías, como porque la profundización del dolor aquí podría extenderse más allá de las fronteras nacionales.